Como maestra de Pedagogía Terapéutica (PT), he podido trabajar con muchos alumnos/as que en mayor o menor medida necesitaban una gran individualización de la enseñanza debido a sus dificultades.
Además, los niños/as con necesidades educativas especiales (NEE) tienen menos flexibilidad para amoldarse a las exigencias del sistema educativo actual y les cuesta más adecuarse a cosas tan “corrientes” para otros como el curriculum establecido, la realización de exámenes, ciertas metodologías o incluso al carácter de un profesor/a.
Todo ello a veces desemboca en bajo rendimiento, falta de interés y de motivación, abandono de tareas e incremento de problemas de comportamiento.
El secreto no lo es tanto: jugar siempre es divertido, y lo que es divertido, se recuerda y se quiere volver a repetir.
La diversión implica dopamina, que es lo que estimula a nuestro cerebro a querer “más de eso” y por tanto, los alumnos quieren aprender “más así”. Para los alumnos con NEE es exactamente igual, adecuando por supuesto los elementos de la gamificación a sus competencias.
Tras mi experiencia aplicando un proyecto de gamificación en alumnos de primaria con NEE, pude observar mejoras en muchos procesos cognitivos además de otras mejoras a nivel emocional.
Se consiguió aumentar la motivación tanto intrínseca como extrínseca por medio de la consecución de retos que les llevaban a subir de nivel en su aprendizaje.
Se fomentó la atención sostenida (algo que falla mucho en estos alumnos/as) dado que el elemento de trabajo ya no era un ejercicio aburrido o descontextualizado, sino un enigma o problema que resolver en torno a una narrativa que les atraía mucho (elemento clave) que en este caso giraba en torno a una película de su interés (“Los Minions”). Como atendían más porque les gustaba la tarea, eran capaces de memorizar y recordar durante más tiempo un aprendizaje asociado a esa tarea (de ahí el auge de los scape room educativos por ejemplo) y por tanto, derivaba en mejores resultados en pruebas de evaluación.
La gamificación también ha demostrado ser una aliada para la mejora de las funciones ejecutivas y la competencia lingüística, tan necesarias para su vida cotidiana: cuando trabajaban en equipo para resolver un problema que sería determinante para pasar al siguiente reto debían planificar, dialogar entre ellos/as, probar soluciones, tomar decisiones y en ocasiones seguir estrategias para conseguir puntos o recompensas.
Por supuesto, dentro de la gamificación, es posible seguir trabajando mediante proyectos, de forma cooperativa, con las TIC o por qué no, con un libro de texto; pero siempre, se va a conseguir un gran interés, algo sin lo que los niños/as no pueden realizar verdaderos aprendizajes.
Escrito por:
Paula Berciano, Maestra de PT escuela pública.
En Twitter:@paulaptgamifica