Soy Julio y tengo 54 años, desde muy pequeño me sentía distinto, siempre iba a toda velocidad y no sabía por qué. La verdad, tardé mucho en conocer el concepto TDAH, solo sabía que no podía parar de hacer e inventar y nunca había fin. En los estudios siempre suspendía todo y no podía entender lo que me pasaba, era incapaz de concentrarme y mis padres no sabían cómo ayudarme.
Empecé a hacer ejercicio a los 7 años con kárate y fútbol y más adelante, a los 14 años empecé también a practicar tenis. Tenía tanta energía que no era capaz de parar, y el deporte era mi manera de canalizarla y poder relajarme. Cuando cumplí los 20 terminé kárate con cinturón negro primer dan y en fútbol fui máximo goleador pero aún quería más y busqué otros retos, así que empecé a hacer musculación y boxeo.
A los 23 años encontré la manera de enfocar mi pasión y gran capacidad para el deporte hacia una profesión que me ofrecía bienestar y felicidad, ser entrenador personal. Hoy cuento con un gimnasio propio en el que puedo, por una parte, enfocar toda mi energía, y a la vez enseñar y motivar a todos los miembros, muchos de ellos niños con TDAH, a alcanzar todo su potencial en el mundo del deporte. Mejorar día a día en el deporte también les permite a estos niños aumentar su autoestima y confianza, que es vital para que sigan creciendo y alcanzando metas en otros ámbitos.
Actualmente, estoy viviendo el TDAH también desde la posición de padre. Mi hija Elena, de 10 años, fue diagnosticada con TDAH y Hugo, de 6, sospechamos que también podría tenerlo. Es una situación muy complicada en la que muchas veces estamos desbordados, pero el deporte nos ofrece una vía de escape muy importante para todos. Por eso nosotros les hemos inculcado, y lo recomendamos a todos en nuestra situación, una rutina deportiva que les permita tener la cabeza «más descargada».