En España, 2.4 millones de personas sufren depresión según la organización mundial de la salud (OMS), lo cual supone un 5.2% de la población. Para su diagnóstico es preciso que “al menos uno de los síntomas es (1) estado de ánimo depresivo o (2) perdida de interés o de placer” según el El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (5ª edición, American Psychiatric Association, 2013).
Uno de los aspectos menos conocidos del trastorno depresivo es que frecuentemente va asociada a déficits cognitivos, que se asocian a una baja respuesta al tratamiento (Roister et al 2012). Los principales dominios afectados son atención, aprendizaje y memoria y funciones ejecutivas (Clarck et al., 2009; Lee, Hermes, Porter y Redoblado-Hodge., 2011; Rock, Roiser, Riedel y Blackwell., 2014). Así mismo, los datos indican que los déficits en funciones ejecutivas y atención parece que persisten una vez que los pacientes han remitido en su sintomatología depresiva, mientras que no lo hacen en el dominio de la memoria (Rock et al., 2014).
Otro factor a determinar era si la recurrencia de los episodios puede ser un factor determinante para la aparición de la sintomatología. El meta-análisis de Lee et al (2011) pone de manifiesto que los déficits cognitivos aparecen desde el primer episodio. Además, en este estudio los datos concluyen que el uso de antidepresivos se relaciona con una peor rendimiento en aprendizaje verbal y en memoria, mientras que mejora la flexibilidad cognitiva.
Por tanto, a la luz de la literatura revisada parece evidente que el trastorno depresivo tiene asociados déficits cognitivos que deben ser tratados, tanto en la fase activa como en la fase de remisión.
Podemos mejorar la calidad de vida de nuestros pacientes con depresión si establecemos un plan de entrenamiento cognitivo específico y adecuado a estos pacientes.
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