Carlos Pitillas Salvá, PhD. Profesor Universidad Pontificia Comillas/Instituto Universitario de la Familia
¿En qué consiste la teoría del apego?
La teoría del apego sostiene que los seres humanos, desde el comienzo de su vida, buscan establecer relaciones afectivas con figuras de referencia, de cara a proporcionarse la protección y algunas de las funciones que les son necesarias para sobrevivir y que ellos no pueden desarrollar con autonomía (la alimentación, la regulación de la temperatura corporal, la protección frente a peligros externos, etc.). De una combinación de factores (entre los cuales destacan la sensibilidad y las capacidades del cuidador para responder contingentemente a la necesidad del niño), surge un apego seguro o, por el contrario, formas diversas de apego inseguro o desorganizado (Lyons-Ruth y Jacobvitz, 2008).
La seguridad en el apego ha sido relacionada con diversas dimensiones del ajuste psicosocial. El abuso de sustancias, las dificultades en el rendimiento académico, o los problemas de violencia en la pareja, entre otros, han demostrado estar relacionados con el estilo de apego de los individuos, el cual evoluciona desde las relaciones tempranas con los primeros cuidadores (Caspers, Yucuis, Troutman y Spinks, 2006; Dutton y White, 2012; Gore y Rogers, 2010). Asimismo, diversos problemas de salud mental se asocian a estilos de apego inseguro o desorganizado (Dozier, Stoval-McClough y Albus, 2008).
¿Cómo funciona el apego? Dos sistemas en interacción
La relación de apego se basa en la interacción de los sistemas motivacionales que ponen en juego tanto el niño como el cuidador:
- Por un lado, el niño realiza esfuerzos activos por conseguir y mantener la proximidad del cuidador, de cara a obtener protección, consuelo y una regulación bioafectiva frente a experiencias que él mismo no puede organizar con autonomía (sistema de apego).
- Alternativamente, trata de establecer distancia con respecto a sus cuidadores para explorar el entorno físico y social para desarrollar sus capacidades (sistema de exploración).
Las respuestas de los cuidadores al niño ejercen dos funciones complementarias con cada uno de estos dos sistemas:
- Frente a las necesidades de apego, el cuidador funciona como un refugio seguro al que el niño puede dirigirse en momentos de malestar, fatiga o incertidumbre. El cuidador se constituye como regulador emocional externo, protege y consuela al niño frente al malestar y organiza su experiencia emocional.
- Alternativamente, el cuidador responde a la necesidad de exploración como una base segura sobre la cual el niño puede apoyarse para moverse por el entorno o probar sus capacidades. Para que el niño pueda desplazarse con autonomía, interactuar con otras personas o familiarizarse con el espacio físico, el cuidador debe ofrecerse como presencia que apoya la exploración, que guía al niño y cuida de él a distancia (Powell, Cooper, Hoffman y Marvin, 2014)
Más allá de las interacciones: el mundo representacional de los padres
Además de las respuestas observables de los cuidadores, sus representaciones acerca de sí mismos, del niño y de la relación con él constituyen otro factor de fundamental importancia en el desarrollo de las relaciones de apego. Los modelos operativos internos (Bowlby, 1980) del adulto respecto a la relación condicionan sus expectativas acerca del niño y el sentido que se da a sus comportamientos. La evidencia clínica nos demuestra que en la aparición de prácticas disfuncionales de crianza (por ejemplo, el maltrato), no es tan determinante lo que éste haga, sino más bien la interpretación que los padres realizan acerca de dicha conducta (en el caso del maltrato, los padres suelen interpretar las conductas del niño como formas diversas de desafío o provocación). Los procesos mediante los que el cuidador aporta sentido al funcionamiento de su hijo están fuertemente condicionados por sus propias experiencias tempranas y los aprendizajes derivados de las mismas (Fraiberg, Adelson y Shapiro, 1975; Lieberman y Van Horn, 2008).
Hacia modelos innovadores de intervención temprana en exclusión social
En contextos de exclusión social, las relaciones de apego pueden sufrir el efecto del estrés acumulado de los padres, de la inseguridad vivida por estos en un contexto hostil o empobrecido, o de la transmisión intergeneracional del trauma. Por ello, una intervención familiar centrada en el vínculo se constituye como una vía necesaria de prevención y protección del menor. Primera Alianza trata de dar respuesta a la necesidad que existe en España de modelos de intervención que sean comprensivos de los procesos que condicionan la calidad del vínculo temprano y puedan aplicarse fácilmente en el contexto de la intervención socio-comunitaria.
Referencias
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